El Padre Nuestro nos dice “…el
pan nuestro de cada día dánoslo hoy…” y eso repetido a diario me puso a pensar
que tanto se acomoda a la realidad católica de América, por no decir del mundo,
en nuestro continente Dios, o la naturaleza, instalaron esa planta mágica
llamada maíz que se da en todos los climas y en las tres Américas, y que aportó
una parte considerable de la alimentación de nuestros antepasados; y, a pesar
de los años, sigue siendo prioritaria en nuestros países latinoamericanos y en
especial el sector rural por la facilidad de que las familias campesinas pueden
prepararlas sin hornos ni levadura ni otros ingredientes que si necesita el
pan.
Con la masa del maíz se
preparan las deliciosas arepas que vienen en múltiples presentaciones y
sabores: con sal, sin sal, con queso, rellenas, grandes, pequeñas, aplanadas,
redondas… en fin, para los gustos de todos los paladares en cada país y regiones;
puede cambiar el nombre pero no la materia prima, en México, por ejemplo se
llaman tortillas y hacen parte del menú diario; y en Colombia no se diga, cada
región tiene su propia variedad de arepas que en algunas partes sobrepasan el consumo
del desabrido pan. Aclaro que me encanta el pan pero prefiero la arepa.
Puede sonar a herejía pero,
para mí como católico y latinoamericano,
en la oración debería cambiarse la palabra pan por arepa. Al principio puede
sonar un poco raro pero el común de los habitantes de estas tierras se sentiría
más identificada al rezar: “…la arepa nuestra de cada día dánosla hoy…” Es solo
una idea pero la voy a transmitir a Francisco, nuestro papa latino, que está
tan predispuesto a escuchar propuestas que lleven más fieles a los templos.
Mañana lo llamo y le comento a ver qué me dice.
Edgar Tarazona Angel
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