Es un muchacho
pueblerino que crece educado con la Biblia al pie de la letra. Es un poco lerdo
para entender y eso hace que repita varios cursos de la escuela primaria. Sólo
cursó el primer año de bachillerato pero lo repitió seis veces, de manera que
sus padres le suspenden la ayuda para que estudie y más bien le consiguen oficio.
Su ocupación es
hacer los mandados de los vecinos que lo solicitan a cambio de un dinero. El
único libro que lee es la Sagrada Biblia y lo entiende a su manera. Asiste a
todos los oficios religiosos y escucha con atención los sermones del padre
pero, igual, acomoda la enseñanza a lo que su mente lenta le aconseja.
Lo impactó
sobremanera la historia de Caín y Abel y recuerda que su hermano menor tiene
vacas y ovejas y no hace sacrificios al señor. El no cultiva la tierra pero
como poco se baña se dice a si mismo que la lleva a cuestas. Casi no cae en
cuenta de que su nombre es Abel y cuando lo hace decide actuar según lo que
recuerda del Génesis.
Un día su hermano
desobedece a su padre y le grita a su madre. Las palabras de la Biblia acuden a
su cabeza en desorden, sigue a su hermano y, por la tarde, cuando este regresa
de cuidar sus animales, lo ataca con una canilla de vaca que encontró en las
afueras del matadero. Dice que lo mató igual que el Abel de la Biblia lo hizo
con su hermano menor, para seguir las Santas Palabras. Terminado el juicio y
leído el veredicto condenatorio; alguien del público le grita: ¡Pendejo, fue al
revés!
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