martes, 30 de abril de 2013

DANIEL EN EL COSO DE LOS LEONES

DANIEL EN EL COSO DE LOS LEONES




Quiero hacer hincapié en que estas historias están basadas en anécdotas reales ocurridas en el pueblo donde pasé mi infancia; la mayoría de personajes tienen apellidos muy conocidos de la población pero algunos  nombres son ficticios y las situaciones acomodadas a un relato de la Biblia, estas son licencias de un escritor licencioso, si así es correcto decirlo. Además en dicha población los nombres bíblicos abundan.
Daniel, el de esta historia, era de la familia Rey,  y los leones de la misma no son grandes felinos sino varones pertenecientes a la familia que se apellida León. Lo correcto es decir los León, los Rey, cuando se trata de familias, pero vayan ustedes a explicarles esto a los cerebros cerrados de mi poblado; problema que se ganan gratis con explicaciones históricas, religiosas, teológicas  y demás ciencias de los cerebros pertenecientes a los vagos del pueblo, que son casi todos los varones que, a duras penas, cursaron la primaria, pero discuta con ellos y verá la verborrea que se gastan y algunos hasta la hermana de la verborrea o sea la gonorrea y si no son hermanas pues hasta primas hermanas serán, vaya el demonio a saber.
El alcalde de mi pueblo era uno de los León y, uno de sus hermanos menores era el administrador de la plaza de ferias. Para los que no están en el asunto, dicha plaza es el sitio en Colombia donde se comercian animales y en algún rincón se ubica el coso, que es un lugar para encerrar los animales que deambulan por las calles y su dueño no aparece. Daniel era uno de los tontos del pueblo y, como en muchas partes del mundo, se le asimilaba a ese noble equino denominado burro.
En el coso amanecían los domingos y días festivos una variedad de caballos, yeguas, marranos, cabras y burros que los campesinos en alto estado de embriaguez dejaban olvidados por el camino a sus casas. El señor alcalde, en uso de sus atribuciones legales y considerando que Daniel pertenecía a la especie de los burros, apelando a su gran sentido del humor (el del señor burgomaestre, no el del bobo) mandó encerrar en el coso llamado de los leones, por el apellido del mandatario y el administrador, al burro llamado Daniel con el consiguiente escándalo familiar y la hilaridad de los pobladores. Olvidaba decir que al mandatario a sus espaldas lo llamaban el burromaestre. Las conclusiones las conocerán en otro capítulo de estas historias.

El  historiador: Edgar Tarazona Angel

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