DANIEL EN EL COSO DE LOS LEONES
Quiero hacer hincapié en que estas
historias están basadas en anécdotas reales ocurridas en el pueblo donde pasé
mi infancia; la mayoría de personajes tienen apellidos muy conocidos de la
población pero algunos nombres son
ficticios y las situaciones acomodadas a un relato de la Biblia, estas son
licencias de un escritor licencioso, si así es correcto decirlo. Además en
dicha población los nombres bíblicos abundan.
Daniel, el de esta historia, era de
la familia Rey, y los leones de la misma
no son grandes felinos sino varones pertenecientes a la familia que se apellida
León. Lo correcto es decir los León, los Rey, cuando se trata de familias, pero
vayan ustedes a explicarles esto a los cerebros cerrados de mi poblado;
problema que se ganan gratis con explicaciones históricas, religiosas,
teológicas y demás ciencias de los
cerebros pertenecientes a los vagos del pueblo, que son casi todos los varones
que, a duras penas, cursaron la primaria, pero discuta con ellos y verá la
verborrea que se gastan y algunos hasta la hermana de la verborrea o sea la
gonorrea y si no son hermanas pues hasta primas hermanas serán, vaya el demonio
a saber.
El alcalde de mi pueblo era uno de
los León y, uno de sus hermanos menores era el administrador de la plaza de
ferias. Para los que no están en el asunto, dicha plaza es el sitio en Colombia
donde se comercian animales y en algún rincón se ubica el coso, que es un lugar
para encerrar los animales que deambulan por las calles y su dueño no aparece.
Daniel era uno de los tontos del pueblo y, como en muchas partes del mundo, se
le asimilaba a ese noble equino denominado burro.
En el coso amanecían los domingos y
días festivos una variedad de caballos, yeguas, marranos, cabras y burros que
los campesinos en alto estado de embriaguez dejaban olvidados por el camino a
sus casas. El señor alcalde, en uso de sus atribuciones legales y considerando
que Daniel pertenecía a la especie de los burros, apelando a su gran sentido
del humor (el del señor burgomaestre, no el del bobo) mandó encerrar en el coso
llamado de los leones, por el apellido del mandatario y el administrador, al
burro llamado Daniel con el consiguiente escándalo familiar y la hilaridad de
los pobladores. Olvidaba decir que al mandatario a sus espaldas lo llamaban el
burromaestre. Las conclusiones las conocerán en otro capítulo de estas
historias.
El historiador: Edgar Tarazona Angel
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