sábado, 20 de abril de 2013

LA BRUJA




LA BRUJA

En el poblado todos le decíamos Bruja, tal vez por su aspecto. Era la encarnación real de esa imagen que por siglos nos  han dado el arte y la literatura de esas mujeres dedicadas a la hechicería y la magia negra, y con eso no quiero afirmar que a alguien le constara que la susodicha se dedicara a estos menesteres enigmáticos que le hubieran valido la hoguera en tiempos de La Inquisición.
Los muchachos de todas las épocas se complacen en fastidiar a sus mayores y con más ahínco y crueldad cuando la persona tiene algún defecto notorio o característica desfavorable con relación al resto de la humanidad y Bruja era un ser de esos que destacaban  por su fealdad, vestido, ademanes y demás entre todos los habitantes; por todo esto era el blanco favorito de las burlas y bromas pesadas de niños y adolescentes; entre estos se destacaba con honores Rafael, un muchacho díscolo, rebelde y rencoroso con todos los mayores de dieciocho años.
Inventaba a diario o discurría las peores maneras de sacar de casillas a los más sensatos y hasta los santos de la iglesia no escapaban de sus bromas macabras porque de pronto resultaban con bigotes, antifaces  u otras cosas peores. Con la bruja su saña era inaudita, parecía que la vieja encarnaba, para él, todo lo digno de ser odiado y maltratado: le ponía zancadillas para que cayera y como la vieja lo evitaba el maldito se las ingeniaba para atravesarse en su recorridos habituales; le prendía chicles en el cabello, apedreaba el perrito que la acompañaba, le rompía a pura piedra las tejas de la casita, le tumbaba la canasta con el mercado y la vieja lloraba y lo amenazaba con el puño cerrado.
Dicen que un día en voz baja lo maldijo y juró por dios y por el demonio que se arrepentiría por los días de su vida de todo el mal que le ocasionaba; Rafael la escuchó con su expresión socarrona y maliciosa y para demostrarle que no le temía a sus amenazas le soltó una patada en el trasero que lanzó a la Bruja a tres metros. Ella se levantó llorando, lo miró como nunca le habíamos visto la mirada y nosotros si nos asustamos pero Rafa arreció los ataques contra la anciana.
El tiempo pasó y un día caímos en cuenta que hacía rato no veíamos por ninguna parte a Rafael y menos a la Bruja. Esta se desvaneció por siempre jamás. A nuestro amigo lo encontré yo una mañana que salí a caminar por el campo. En el silencio de la campiña escuché claramente una voz que me llamaba y era la de nuestro malvado amigo; le respondía mirando para todos lados pero no lo ubicaba; el sonido me guiaba y caminé en la dirección de donde salía pero seguía sin verlo hasta que de pronto me dijo:
-           ¡Aquí estoy, mire el suelo!
Me agaché y descubrí de donde salía la voz. La Bruja lo había convertido en un sapo.

Edgar Tarazona Angel
http://edgarosiris310.blogspot.com

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