EL SERMON DE LAS SIETE PALABRAS EN CASADOS
Como casi siempre, advierto que no me
burlo de la iglesia y su doctrina, tomo títulos de pasajes bíblicos y
personajes de la misma para acomodarlos a situaciones que ocurrieron en la
realidad o en mi mente fantasiosa. En mi pueblo, de tradición católica, la
celebración de la Semana Santa era, y supongo que sigue siendo porque hace
muchos años no voy, un acontecimiento lleno de fervor y piedad, en especial por
parte de los adultos mayores y la mayoría de las mujeres.
Esta última aclaración la hago porque
en mis años de acólito, recuerdo eso con claridad, los señores que acompañaban
a sus señoras a misa, se quedaban en el atrio a conversar de todo y se
desinteresaban de la ceremonia; es más, durante los largos sermones del cura
Peña o años después Montaño, se iban a una de las tiendas cercanas a refrescar
el gaznate y escuchaban la homilía por los altoparlantes del templo. Eso con el
fin de decirle después a su consorte sobre el tema del mismo y aparentar que
había participado de la misa.
Pero volviendo con la Semana Mayor,
el viernes santo, si mal no recuerdo, el acontecimiento principal era el Sermón
de las siete palabras, con orador sagrado invitado y que se inspiraba para
tener atentos a unos pocos y durmiendo la mayoría durante cuatro o cinco horas.
Dejo constancia que los acólitos éramos de los dormilones y el sacristán se
encargaba de sacarnos del sueño con un pellizco… eso cuando él no estaba
dormido. Lo cierto es que al otro dia uno recordaba retazos de lo que dijo el
sacerdote pero en especial la sangre derramada, la expiación de nuestros
pecados, los profundos infiernos, Judas el traidor, las treinta monedas y cosas
así, pero ¿quién iba a recordar cinco horas de perorata sagrada?
El asunto es que algunas esposas eran
expertas en cantaletear a sus maridos y cuando agarraban un hijuemadre tema
pasaban horas y horas moliendo al pobre pendejo con quejas, gritos, amenazas, maldiciones
y dale que dale a joder al pobre marido. Como la duración de estas cantaletas
era similar al sermón, los señores de mi querido y recordado pueblo cambiaron
el nombre de cantaleta por sermón de las siete palabras. No sé si todavía se
usa pero en otras partes se escucha a los borrachitos decir cuando se despiden
de sus amigotes: “Mis hermanitos del alma, me voy a oír el sermón de mi mujer…”
y los otros le responden; “Dios lo proteja mi hermanolo”…
De mi libro y blog http://historiaspocobiblicas.blogspot.com
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